https://doi.org/10.35381/s.v.v7i13.2458

 

HACIA UNA MEDICINA INTERCULTURAL

 

Nuestros conceptos sobre enfermedad, salud, curación, medicina, han sido altamente configurados por las sociedades que nos han tocado vivir, en los tiempos actuales. Todo lo relacionado al mundo de la medicina en nuestros diferentes contextos societarios, está definido por el modelo cientificista decantado del positivismo lógico, heredado de la modernidad europea. Así las cosas, la actitud sobre lo que consideramos ciencia médica, está prisionera de los moldes impuestos por esta forma de pensar que niega, desacredita, y principalmente: ignora, las pluriversas y varíadísimas ciencias curativas que a lo largo de los siglos, han poseído y mantienen, hoy en día, los pueblos de la tierra en su diversidad cultural y epistémica. Principalmente los Pueblos originarios, cualquiera que sea su Continente, y las comunidades occidentalizadas pero que conservan su herencia ancestral.

Así pues, existen formas de vida, las cuales, siguiendo la categoría de Dussel, podemos llamar: transmodernas; porque han existido desde antes de la Modernidad europea, han atravesado la misma negadas y resistiendo, y continúan hoy por hoy resistiendo, tal es el caso de nuestros pueblos amerindios, africanos, asiáticos, oceánicos e innumerables pueblos de la misma Europa, originarios. En estas realidades la curación es una práctica que se desarrolla dentro de la comunidad. Eso que en muchas culturas es considerado el poder de los dioses, el don de curar las enfermedades, es concedido por lo divino a los seres humanos, y es una actividad unida esencialmente a la dimensión espiritual de la existencia. Con el secuestro de la ciencia por parte de la cultura moderna europea, la medicina occidental se impuso como señora y dueña, desde entonces ejercerá un poder sobre los cuerpos, la vida y la muerte de las personas. Sus lugares contemporáneos, en los cuales acontece toda esta episteme que se concibe como poder que decide sobre los cuerpos, son los hospitales, los cuales representan verdaderos centros de control y reclusión, a modo de la sociedad misma.

Las medicinas originarias, (hemos decidido el plural precisamente para reconocer su carácter pluriverso) variadísimas en las diferentes latitudes, son esencialmente respetuosas de la corporeidad, y no-invasivas. Viven de la misma naturaleza y se basan en el conocimiento milenario de las plantas y otros elementos, en sus potenciales curativos para los males que históricamente nos han aquejado. No se trata aquí de comparar y hacer juicios sobre una medicina u otra, sino destacar que los atributos fundamentales de las medicinas originarias son: su unidad con la naturaleza, no-invasividad, y el hecho de que acontecen en medio de la comunidad, es decir, no separan en un lugar para reclusión al enfermo. Esto es altamente significativo, porque la reclusión es una reproducción de la sociedad misma, la cual necesita lugares de control: ciudades, cárceles, escuelas, hospitales; fuera de lo natural.

En el caso de nuestras realidades venezolana y latinoamericana, perviven entre nosotros prácticas curativas ancestrales. Estas prácticas han resistido el pasar del tiempo, e incluso la hegemonía de la medicina occidental. Han atravesado la modernidad resistiendo, por supuesto, negadas y deslegitimadas, desde las instancias médicas occidentales. A las personas que poseen esta ciencia, se les llama: hierbateros, mojanes, brujos, curanderos, entre otros apelativos. No obstante, las personas de las comunidades principalmente, pero también muchas de las ciudades, confían en esta medicina, y en su eficacia.

Cabe destacar, que el modelo de medicina occidental se vale del fracaso de muchas de estas prácticas curativas para deslegitimarlas aún más, introduciendo en este juicio subalternizante, una falacia; la de que toda esta medicina es ineficaz para curar otras enfermedades. Para las mismas, la medicina de la dominación posee un gran número de medicamentos en el mercado pero con numerosos efectos adversos. Invisibilizando de esta manera, nuestro propio acervo científico-médico. Por otra parte, el cinismo de la medicina hegemónica, es desconocer la medicina-otra, luego de haberse servido de ella. Pues, es sabido cómo muchos de los fármacos que hoy se venden en el mundo, fueron robados, por ejemplo, de la ciencia indígena y su conocimiento de las plantas.

El problema aquí es una relación asimétrica y subalternizante que reduce nuestras prácticas curativas ancestrales, a un pensamiento pre-racional, y para explicarlo en las categorías de Ken Wilber, esta negación no es más que un error categorial, que además no supera la falacia pre-trans. Esto es así, debido a que, en nuestras comunidades originarias,  la curación es concebida como un poder que la divinidad posee, ejerce y transfiere a algunas personas. Es decir, existe en una dimensión trans-lógica y trans-racional. Esto hace que la medicina hegemónica no supere la falacia pre-trans y reduzca esta ciencia, a un estadio pre-racional. En este sentido, el modelo de medicina que viene de la modernidad europea y que hoy controla nuestras vidas, centra toda su actividad en lo corporal y omite, las dimensiones mentales y espirituales.

En esta perspectiva, la revitalización de las distintas ciencias médicas-otras, negadas, pero presentes, implica la visibilización, en primer lugar de todos esos conocimientos, para registrarlos, comprenderlos e integrarlos en un nuevo horizonte epistémico que permita superar los límites de la medicina monocultural. Así mismo, esta acometida epistémica hacia una ciencia médica intercultural, comprehensiva en cuanto a los alcances de las realidades, humano-cósmicas, supone como tarea: sistematizar el conocimiento ancestral sobre uso de plantas medicinales y otras alternativas terapéuticas tradicionales. Todo lo cual tributa al desmontaje del aparato farmacológico vendido al capital, presentado como única opción por los médicos de la matriz eurocéntrica, y hasta ahora negador de estos poderes curativos. Esta misma industria farmacológica ha oscurecido el interés y estudio por las cualidades de las plantas, infravalorándolas, pero al mismo tiempo sirviéndose de ellas. El logro es superar estas barreras y liberar la conciencia colectiva, con la profundización minuciosa en estos conocimientos ancestrales. Así mismo, sin desconocer los logros de la medicina moderna, porque sólo se trata de visibilizar sus límites externos no reconocidos y no asumidos; reclamar para las medicinas originarias su lugar ontológico en términos de igualdad científica. Esto sólo es alcanzable desde el diálogo intercultural. De ahí que, si queremos avanzar hacia nuevos horizontes de salud y vida, es imperativo promover la Interculturalidad en salud. Por qué no pensar en la creación de espacios y contenidos adecuados para educación en materia de salud y enfermedad en nuestros pueblos y comunidades, valorando y respetando todo el acervo médico que nos ofrece la diversidad cultural, desde la articulación con los sistemas médicos occidentales, a fin de resolver efectivamente los problemas reales, especialmente de los más empobrecidos y vulnerables.

 

Dr. Reinaldo Jesús Velasco

reinaldoidiomasubv@gmail.com

Hospital Universitario “Dr. Alfredo Van Grieken”; Universidad Bolivariana de Venezuela; Santa Ana de Coro, Falcón, Venezuela

https://orcid.org/0000-0002-8361-9401