https://doi.org/10.35381/e.k.v8i16.4615

 

Ontología docente desde la extensión universitaria para la vinculación social comunitaria

 

Teaching ontology from university outreach for community social engagement

 

 

Josía Jeseff Isea-Argüelles

ui.josiaia82@uniandes.edu.ec

Universidad Regional Autónoma de los Andes, Ibarra, Imbabura

Ecuador

https://orcid.org/0000-0001-8921-6446

 

Carol Elizabeth Ianni-Gómez

ianni.carol9@gmail.com

Fundación koinonía, Santa Ana de Coro, Falcón

Venezuela

https://orcid.org/0000-0001-7390-114X

 

Aracely Jacqueline Mendoza-Vega

amendozave12@ucvvirtual.edu.pe

Centro Internacional de Investigación y Formación Avanzada, Guayaquil, Guayas

Ecuador

https://orcid.org/0000-0001-7071-4357

 

Maribel José Giménez-Guariguata

gimenezmaribel1@gmail.com

Fundación koinonía, Punto Fijo, Falcón

Venezuela

https://orcid.org/0000-0002-2178-9384

 

 

Recepción: 10 de marzo 2025

Revisado: 15 de mayo 2025

Aprobación: 15 de junio 2025

Publicado: 01 de julio 2025

 

 

 

 

RESUMEN

El artículo se centró en comprender cómo los docentes pueden resignificar su identidad extensionista, considerando la extensión como clave para transformar realidades individuales, sociales y comunitarias. Para ello, se realizó un estudio hermenéutico documental basado en el paradigma interpretativo y empleando metodologías cualitativas para el procesamiento analítico de los datos de segundo orden. En conclusión, el proceso hermenéutico posibilitó la revelación de dos estructuras temáticas como enfoques lógicos emergentes que estimulan la resignificación de la conciencia identitaria del docente, orientando su labor hacia la acción social universitaria. De allí que se puede enunciar que el conjunto de competencias, valores y actitudes esenciales para que los docentes lideren exitosamente proyectos de extensión para la vinculación social comunitaria que promuevan su desarrollo, debe tener sustento en la adopción de principios innovadores que vayan más allá de los métodos educativos tradicionales, promoviendo una práctica pedagógica más integral y profundamente vinculada con la comunidad.

 

Descriptores: Extensión universitaria, acción social, vinculación comunitaria, rol docente extensionista (Tesauro UNESCO).

 

 

 

ABSTRACT

This article focused on understanding how teachers can redefine their identity as extension workers, considering extension as key to transforming individual, social, and community realities. To this end, a hermeneutic documentary study was conducted based on the interpretive paradigm and using qualitative methodologies for the analytical processing of second-order data. In conclusion, the hermeneutic process revealed two thematic structures as emerging logical approaches that stimulate the reframing of teachers' identity awareness, guiding their work toward university social action. Hence, it can be stated that the set of competencies, values, and attitudes essential for teachers to successfully lead outreach projects for community social engagement that promote their development must be based on the adoption of innovative principles that go beyond traditional educational methods, promoting a more comprehensive pedagogical practice that is deeply linked to the community.

 

Descriptors: University extension, social action, community outreach, teaching role as an extension worker (UNESCO Thesaurus).

 

INTRODUCCIÓN

La educación universitaria es fundamental para el progreso social, económico y cultural, al formar profesionales capacitados, generar conocimiento y promover valores éticos. En este contexto, las universidades impulsan la investigación, la innovación y el pensamiento crítico, esenciales para enfrentar desafíos globales y fomentar liderazgos que transformen la sociedad. Además de preparar para el mercado laboral, desarrollan habilidades que permiten contribuir al bienestar colectivo y a la transformación social (Saldaña, 2017).

Por ello, la extensión para la vinculación social comunitaria, junto con la docencia y la investigación, constituye un pilar fundamental del quehacer universitario al integrar academia y comunidades. Este enfoque, que promueve la ética de la autonomía y protagonismo de las fuerzas sociales para el cambio, también enriquece el conocimiento conjunto y orienta a la universidad sobre qué enseñar para formar líderes comprometidos con un desarrollo sostenible (Righetti, 2023; Rosell, 2007). Así, se busca trascender el enfoque tradicional, combinando saberes académicos y locales para responder eficazmente a las necesidades culturales, sociales y económicas del entorno.

En este escenario, el rol del docente adquiere un carácter dinámico y transformador, ya que no se limita a la transmisión de conocimientos en el aula, sino que actúa como modelo de liderazgo ético y agente de cambio social, articulando a la universidad con la comunidad a través de iniciativas de impacto. Estas iniciativas facilitan la identificación de problemáticas locales y promover soluciones colectivas, suscitando el tejido social y el empoderamiento comunitario.

Sin embargo, surge un cuestionamiento clave: ¿Cómo se configura el ser del docente en el marco de la extensión universitaria? Esta interrogante lleva a reflexionar sobre el ser y el quehacer de este en términos de las competencias, valores y actitudes que este debe poseer para desempeñar un papel efectivo en contextos más allá del aula. Especialmente si tomamos en cuenta que, habitualmente, los programas de formación docente suelen centrarse en temas pedagógicos y disciplinarios, dejando de lado la formación de un "profesional con conciencia social" (Rodríguez, 2024, p. 370) y el desarrollo de competencias vinculadas a la gestión comunitaria, el trabajo colaborativo interdisciplinario y el compromiso ético frente a las problemáticas sociales.

Además, existen desafíos estructurales y culturales dentro de las instituciones universitarias que pueden limitar, desde el quehacer docente, el impacto de la extensión universitaria. Entre ellos se pueden destacar: en primer lugar, la percepción de la extensión como un área separada de la docencia y la investigación (Isea et al., 2023) genera un vacío teórico que limita la eficacia de políticas y programas de extensión. Esta segmentación obstaculiza la conexión entre el conocimiento generado en la investigación y su aplicación en lo educativo y comunitario, afectando tanto la calidad de los programas académicos como la capacidad de las universidades para responder de manera coherente a los retos sociales, culturales y económicos de su entorno.

En segundo lugar, el escaso reconocimiento de la extensión, lo que limita la integración plena de la vinculación social en la labor docente, subestimando la capacidad transformadora de la educación como motor de cambio. Para superar estas barreras y redefinir su enfoque más allá de la transmisión de conocimientos unidireccionales (Coelho, 2017), la extensión debe consolidarse como herramienta clave para la transformación social y educativa. Su incorporación al currículo, los planes de estudio y las políticas institucionales es crucial para fomentar una formación integral que trascienda el aula y potencie un compromiso activo con la sociedad.

Por último, desde la perspectiva del docente, el involucramiento en actividades de extensión puede generar tensiones internas respecto a su identidad docente, cuestionándose: ¿Qué significa ser docente extensionista? ¿Qué implicaciones tiene esto en el quehacer cotidiano? ¿Qué principios guían la práctica docente-extensionista? ¿Cómo coadyuvar a fomentar la acción social comunitaria desde el quehacer docente? Todas estas interrogantes revelan un vacío en la comprensión del ser docente desde una óptica más amplia, que integre tanto su dimensión académica como su responsabilidad ética con el entorno social y comunitario.

El enfoque propuesto busca promover la reflexión e indagación ontológica en los docentes dentro de los espacios de extensión universitaria, entendida como las creencias y supuestos que configuran su forma de ser y actuar en su práctica pedagógica y vínculo comunitario. Este artículo se enfoca en comprender cómo los docentes pueden resignificar su identidad extensionista, considerando la extensión como clave para transformar realidades individuales, sociales y comunitarias.

Todo lo mencionado cobra sentido e importancia frente necesidad de renovar el rol del docente extensionista destacando su función como líder transformador capaz de vincular el conocimiento académico con las demandas sociales (Isea et al., 2024). Este enfoque exige compromiso social, basado en la escucha activa, el diálogo y la co-creación junto a las comunidades, valorando sus saberes. A la vez, busca fortalecer el vínculo universidad-comunidad, promoviendo una visión integral de las dinámicas sociales, culturales y económicas, y generando un impacto recíproco significativo.

 

MÉTODO

Con el propósito de profundizar en cómo los docentes universitarios resignifican su identidad extensionista en función de su labor educativa, se realizó un estudio hermenéutico documental basado en el paradigma interpretativo, que busca comprender el cómo y por qué de los fenómenos interpretativos mediante la exploración de significados símbolos compartidos, posicionando al investigador como participante activo cuya perspectiva influye en la interpretación de los textos como "objetos naturales de la hermenéutica" (Dilthey, 1900; citado en Martínez, 2004). Asimismo, se empleó una metodología cualitativa fundamentada en el método hermenéutico, definido como “el arte de la comprensión” (Schleiermacher, 1969; citado en Martínez, 2004), el cual prioriza la interpretación detallada y contextual de textos para desentrañar significados, analizar perspectivas y lograr una comprensión profunda y enriquecida del fenómeno estudiado.

Al respecto, Schleiermacher (1967), citado por Martínez (2004), establece que el método hermenéutico se basa en un proceso circular donde la comprensión surge de la interacción constante entre las partes y el todo del texto. Esto significa que el intérprete realiza una aproximación inicial que se refina al analizar distintos segmentos, logrando una comprensión más profunda con cada iteración. Por ello, la hermenéutica exige una actitud flexible y receptiva, permitiendo al texto confrontar y enriquecer la perspectiva del intérprete para lograr una interpretación contextual válida (Arráez et al., 2006). Lo planteado, establece a la investigación documental como una metodología científica que aborda metódicamente información elaborada por otros autores (Palella y Martins, 2015), trascendiendo a la simple descripción, al permitir analizar significados, intenciones y perspectivas para una comprensión profunda de los conceptos examinados (Quintana y Hermida, 2019).

El estudio se fundamentó en datos cualitativos provenientes del texto “La Acción Social Universitaria Venezolana: Un Camino de Integración con las Comunidades” de Josías Isea, además de artículos académicos relacionados. El objetivo fue generar nuevas teorías sobre el fenómeno en estudio, descifrando el conocimiento desde una perspectiva interpretativa que conecta al investigador con el objeto de análisis, considerando así las dimensiones subjetivas e intersubjetivas de la realidad (Gurdián-Fernández, 2007). La selección se basó en descriptores como rol docente, extensión universitaria, acción social y vinculación comunitaria, empleando criterios de inclusión y exclusión para asegurar fuentes científicas relevantes en español o traducidas al idioma, exclusivamente.

En el análisis de datos cualitativos, se identificaron patrones y tendencias en los textos para comprender la interacción entre diversos elementos y lograr una interpretación integral del fenómeno estudiado. Para ello, se utilizaron técnicas como el microanálisis, el análisis de contenido, el análisis semántico y la creación de mapas mentales, lo cual facilitó la exploración de documentos, el hallazgo de temas y significados, y su codificación para generar estructuras temáticas emergentes. A estas categorías se aplicó la técnica de comparación constante para asegurar consistencia y precisión. La revisión del material se estructuró en las etapas de recolección, clasificación y análisis propuestas por Reyes y Carmona (2020), integrando textos y datos dentro del marco del objeto de estudio para lograr una síntesis interpretativa. Basada en la lógica metodológica de Strauss y Corbin (2002), Reyes y Carmona (2020) y Árias (2012), la estructura del diseño de esta investigación documental-bibliográfica fue elaborado sistemáticamente.

1.     Clarificación del objeto de estudio identificando el fenómeno en los textos, la pregunta y el propósito de investigación. 

2.     Recopilación, clasificación y organización de fuentes documentales relevantes conforme a criterios específicos. 

3.     Lectura analítica de textos aplicando el método hermenéutico para interpretar argumentos, conceptos y perspectivas clave. 

4.     Definición de categorías temáticas para comprender y estructurar el fenómeno estudiado. 

5.     Síntesis interpretativa que integre hallazgos para ofrecer una comprensión articulada. 

6.     Presentación de resultados en formato académico para su divulgación. 

 

Para garantizar la validez de la investigación, se compararon datos de distintas fuentes documentales; además de asegurar una exposición clara de los métodos, resultados y su análisis. Asimismo, se respetaron los aspectos éticos, como los derechos de autor y las normas de investigación, con una correcta citación de las fuentes utilizadas.

 

 

 

RESULTADOS

Mediante un riguroso proceso hermenéutico aplicado a los datos de segundo orden, se logró identificar diversos códigos conceptuales (que se resaltan en negrilla); además de que el análisis detallado de estos códigos, orientado a explorar sus conexiones, relaciones y vínculos, permitió descubrir dos nuevas estructuras temáticas que actúan como categorías integradoras y que se presentan de manera descriptiva como se detalla a continuación:

·       Principios epistémicos para una práctica docente-extensionista innovadora

·       Competencias, valores y actitudes del docente para liderar proyectos de extensión o vinculación social comunitaria.

 

Los hallazgos relacionados se presentan mediante un tejido narrativo, resultado del muestreo teórico como técnica esencial para el análisis microscópico y la teorización (Strauss y Corbin, 2002). Esto facilita la exposición de las dos estructuras temáticas como enfoques lógicos emergentes que impulsan la resignificación progresiva de la identidad del docente extensionista, basándose en su quehacer educativo en este ámbito específico de la extensión universitaria. Técnicamente, este tejido refleja tanto las interpretaciones derivadas de los hallazgos alcanzados como su contrastación con estudios científicos previos relacionados con la investigación.

 

Ontología de la identidad docente desde la extensión universitaria para la vinculación social comunitaria

Las universidades tienen la responsabilidad de promover transformaciones en las comunidades, adoptando un enfoque sistémico y multidimensional del saber que favorezca su bienestar. En este contexto, la extensión universitaria debe convertirse en un eje transversal y esencial, materializado en acciones sociales que impulsen el desarrollo integral de las comunidades. Repensar la extensión desde un entramado narrativo distinto a las perspectivas tradicionales implica resignificar la conciencia identitaria del docente, orientando su labor hacia la acción social universitaria. Esto no solo propicia cambios significativos en las comunidades, tanto en su dinámica como en su visión del mundo (Isea, 2018), sino que exige una actitud reflexiva y receptiva para enriquecer la praxis educativa y, con ello, el desarrollo integral de la universidad.

Tomando en cuenta lo expuesto y dado que las diversas dinámicas sociales y educativas actuales requieren que tanto la universidad como el docente reflexionen de manera continua sobre su quehacer extensionista, resulta imprescindible incorporar dos enfoques que permitan renovar y revitalizar su papel como institucionalidades formativas, promoviendo un verdadero sentido de acción social universitaria orientada al desarrollo integral de las comunidades.

 

Principios epistémicos para una práctica docente-extensionista innovadora

La extensión universitaria actúa como un vínculo directo entre la universidad y la sociedad, entendida como un espacio propicio para que docentes, estudiantes y comunidades colaboren en el impulso del desarrollo integral de la sociedad. Su propósito no debería limitarse a replicar modelos extensionistas tradicionales, centrados en el asistencialismo, la filantropía o en actos caritativos hacia las comunidades. Por el contrario, se requiere avanzar hacia dinámicas que rompan con las zonas de confort hasta ahora predominantes, promoviendo la construcción de procesos participativos donde las comunidades, tradicionalmente vistas como simples beneficiarias, puedan aportar desde sus propios conocimientos y saberes, sobre cómo configurar la extensión universitaria, tal como refiere Isea (2018).

Este enfoque se plantea como una propuesta epistémica orientada a resignificar las dinámicas entre la universidad y la comunidad, favoreciendo la transformación de las realidades compartidas. En consecuencia, se subraya la importancia de impulsar una labor extensionista disruptiva e innovadora que sea capaz de responder de manera efectiva a las necesidades sociales. Desde esta perspectiva, se identifican nueve (9) cualidades ontológicas que se pueden configurar como elementos epistémicos posibilitadores de la innovación en la gestión docente de la extensión universitaria.

 

-        Acción Social

En el ámbito de la extensión universitaria, la acción social se posiciona como una cualidad esencial y un principio fundamental que guía las iniciativas hacia el desarrollo comunitario, la inclusión y la transformación social. Este enfoque enfatiza la necesidad de que el conocimiento generado en los espacios académicos trascienda sus propios límites para contribuir de forma positiva a la solución de las problemáticas sociales. Concebida como un proceso participativo, la acción social impulsa el intercambio entre la universidad y distintos actores sociales, promoviendo el diálogo, el intercambio de saberes y la creación conjunta de soluciones a los problemas de la realidad que acontecen en el seno de las comunidades (Isea, 2018).

Lejos de ser simplemente un componente dentro de la extensión universitaria, la acción social es su núcleo transformador, que habilita a las universidades para asumirse como catalizadoras del cambio en sus comunidades. Un aspecto crítico de esta dinámica radica en conectar la universidad con las realidades del país y ofrecer una perspectiva profunda sobre sus problemas específicos (Ribeiro, 1985). Desde esta perspectiva, la acción social propone una postura interpretativa intersubjetiva, la cual redefine el enfoque integral de las actividades extensionistas, abriendo nuevas posibilidades epistémicas. Este redimensionamiento apunta principalmente a otorgar relevancia a planteamientos que han sido tradicionalmente secundarios, transformando así el marco hegemónico de construcción de conocimiento que ha prevalecido en el campo de la extensión universitaria.

En torno a esto, Márquez (2011) destaca que una aproximación epistémica desde el mundo de vida popular tiene el potencial de cuestionar y desestructurar la racionalidad dominante. Por su parte, Moreno (2008) apunta a cómo esta hegemonía ha limitado la libertad para pensar a partir de otra racionalidad. Esto, en consecuencia, influye en los contextos de valores culturales donde se rehacen los sentidos de las realidades humanas de cada una de las personas en su otredad.

 

-        Redimensionamiento de la dinámica universidad-comunidad

Encarar la acción social como principio esencial obliga al redimensionamiento de la dinámica Universidad-Comunidad, asignándole a esta última un papel más activo y relevante, en el cual no solo sea recipiente de beneficio, sino también participante clave y corresponsable de su progreso social, económico y humano. Dentro de esta perspectiva, la universidad se aparta del enfoque elitista y unilateral que la situaba como un ente externo y superior, extendiendo un brazo intelectual para mejorar las condiciones que rodean a la sociedad (Isea, 2018).

Este nuevo enfoque se diferencia del modelo tradicional, propiciando una interacción cimentada en integración y acompañamiento. En este paradigma, la institución universitaria se alimenta del saber popular, se involucra en los espacios comunitarios y crea colaborativamente propuestas, mientras impulsa una reflexión crítica más profunda sobre la realidad social como parte de un modelo comunitario renovador (González, 2004). Este tipo de modelo promueve la participación activa y el compromiso mutuo mediante acciones destinadas al desarrollo sostenido, generadas de manera conjunta y orgánica a través de su vinculación.

El vínculo universidad–comunidad se resignifica, otorgando a esta última un papel protagonista que contribuye al fortalecimiento de la ciencia, la tecnología y el conocimiento co-creado desde la interacción entre académicos y agentes sociales, inaugurando un acceso transformador al aprendizaje, capaz de impactar significativamente en la realidad de las comunidades.

 

-        Universidad con sentido de comunidad

Este replanteamiento de la interacción entre la institución universitaria y las comunidades propicia una universidad con una vocación profundamente arraigada en el sentido de comunidad. Esta cualidad de la universidad revelada en su carácter dinámico e intersubjetivo, se manifiesta en su capacidad para fomentar la empatía, la integración, una cultura compartida y la pertinencia en las relaciones que establece con las comunidades (Cueto et al., 2016). En este contexto, la interacción social facilita que cada individuo se sienta parte esencial de estas asociaciones. Por ello, los docentes y responsables de dichas iniciativas, trabajando desde el marco institucional universitario, reconocen la importancia de comprometerse directamente con las actividades desarrolladas en colaboración con las comunidades para responder eficazmente a las demandas del entorno y atender las necesidades compartidas.

No se trata únicamente de diagnosticar problemas ni de diseñar soluciones desde la perspectiva de la experticia académica. El reto radica en que la universidad fomente asociaciones genuinas con las comunidades y las motive a liderar la búsqueda de respuestas a sus retos desde un marco participativo, con la certeza de que tendrán el respaldo continuo de la entidad universitaria. Sin embargo, este enfoque exige una construcción conjunta, basada en la inclusión y la cooperación mutua.

La figura de la universidad con sentido de pueblo establece mecanismos de acción que acercan la institución al entramado comunitario, con el propósito de articular esfuerzos y establecer una alianza caracterizada por la pertinencia social. Este enfoque incentiva la participación activa de todos los protagonistas en la generación de estrategias adaptadas a los desafíos identificados, logrando una sinergia transformadora que impacta tanto en la vida cotidiana como en el bienestar general. En este marco, resulta particularmente relevante citar a Ribeiro (1985), quien subraya que el ejercicio extensionista únicamente puede concretarse en plenitud cuando la universidad se orienta hacia el real contexto nacional, promoviendo un entendimiento acabado de los problemas inherentes. Además, Ribeiro indica que nada resulta más aleccionador, educativo y concientizador que el análisis directo de la realidad.

Desde esta perspectiva, la universidad tiene la capacidad, a través de su función de extensión, de contribuir al fortalecimiento del aparato socioproductivo de una nación. Esto se logra potenciando las capacidades socioproductivas de cada comunidad y vinculándolas con los programas de formación académica. En este escenario, el conocimiento popular se transforma en una herramienta clave para la integración del saber, generando nuevas maneras de adquirir aprendizajes útiles para la vida cotidiana. Del mismo modo, una universidad con arraigo en el pueblo facilita un diálogo de saberes nutrido por el día a día de los actores sociales. Es fundamental tomar en cuenta los aspectos geohistóricos y culturales de cada región, reverenciando las raíces culturales, la historia ancestral y todo aquello que define los rasgos identitarios de una determinada comunidad (Isea, 2018). De esta forma, logra apreciarse el conocimiento implícito que se encuentra en cada individuo, brindando beneficios tanto para la colectividad como para el ámbito universitario. 

 

-        Transformación universitaria continua

La transformación universitaria continua, como cualidad destacada, demanda que las instituciones asuman el desafío de apoyar a las comunidades en su desarrollo integral. Esto implica superar la desconexión tradicional de las universidades que, enclaustradas entre sus muros, producen conocimiento y cultura con validez únicamente desde su estructura interna, ignorando las perspectivas epistémicas que las comunidades y sus habitantes pueden aportar. Por tanto, ellas necesitan reinventarse para adaptarse a un mundo de incertidumbre y transformación constante (Isea et al., 2023)

Dentro de este marco, la extensión universitaria no debe concebirse como un esfuerzo autónomo centrado en resolver necesidades puntuales o inquietudes específicas de una comunidad. Más allá de implementar iniciativas y abandonar el proceso, es fundamental mantener un compromiso constante que persiga cambios duraderos, dirigidos a liberar intelectualmente a los sujetos. Para lograrlo, se impone el desafío de descolonizar el pensamiento desmantelando los esquemas de opresión científico-cultural y transformar la estructura de poder universitaria (Moreno, 2025), orientándola en favor de los docentes dedicados a la labor extensionista.

Este movimiento hacia la transformación está estrechamente vinculado a la revisión de políticas, programas y proyectos, pero también a nuevas formas de enfoque y métodos de aprendizaje. Todo ello debe convertir a la universidad en un espacio de impulso para el crecimiento comunitario, fundamentándose en el contexto y la dinámica comunitaria como eje central del proceso educativo. Así, es esencial que la extensión universitaria se encuentre estrechamente integrada con funciones esenciales como la docencia y la investigación, trabajando de manera articulada para potenciar su impacto.

 

-        Vinculación curricular

Adoptar nuevos enfoques y métodos de aprendizaje resulta clave para que el proceso de extensión universitaria logre establecer una vinculación curricular sólida. Habitualmente, el currículo universitario se ha centrado principalmente en la transmisión de conocimientos teóricos y técnicos, dejando en un plano secundario las experiencias prácticas y el contacto directo con las realidades sociales. A través de la extensión universitaria, se genera un puente entre el currículo y la interacción de los estudiantes y docentes con el entorno social, enriqueciendo el proceso de enseñanza y aprendizaje mediante la integración de saberes teóricos con los desafíos del entorno.

La vinculación mencionada no solo favorece la formación crítica y ética de los estudiantes, sino que también genera oportunidades para crear un conocimiento práctico y contextualizado. Para lograrlo, es imprescindible implementar estrategias pedagógicas que valoren tanto la experiencia subjetiva como el conocimiento situado, reconociendo cómo las vivencias individuales y colectivas contribuyen al proceso de construcción del saber (Rodríguez et al., 2025). Esto implica integrar los proyectos de extensión como parte esencial de las asignaturas o unidades curriculares, incentivando la participación activa de los actores educativos en actividades que generen un impacto positivo en la comunidad.

En este contexto, la universidad asume el compromiso de atender de manera integral las verdaderas necesidades de las comunidades mediante la planificación institucional y curricular en todos sus niveles de concreción (macro-meso-microcurricular), orientando sus acciones hacia el aprendizaje significativo de los estudiantes, el fortalecimiento del trabajo docente y el diálogo entre los diversos actores del sistema universitario. Al respecto, Murcia (2009) expresa que las universidades han expandido su tradicional función como generadoras y transmisoras de conocimiento, posicionándose como espacios donde se desarrolla una rica interacción social entre los individuos que convergen en ellas. De este modo, no solo contribuye al abordaje estratégico de las problemáticas urgentes, sino también a la materialización de objetivos de cambio social a mediano y largo plazo.

 

-        Integración Docencia-Investigación-Extensión

La articulación de la extensión con el currículo implica, también, la integración de la docencia, la investigación y la acción extensionista, estableciéndose en una triada estructural desde el ámbito del currículo. Este enfoque integral representa una visión paradigmática renovadora, al impulsar transformaciones en la planificación educativa y curricular, las metodologías didáctico-formativas, y las dinámicas prácticas del saber. Esto promueve una interacción activa entre la enseñanza y el aprendizaje, la creación de conocimiento y el compromiso social, fortaleciendo un modelo educativo que cristaliza a la extensión como esfera contextualizadora al entrelazar el proceso de enseñanza-aprendizaje con la experiencia de investigar situaciones y desafíos reales (Isea et al., 2023). Bajo esta visión, la docencia debe trascender los límites del aula y los enfoques predominantemente teóricos. Además, la investigación se constituye en herramienta clave para potenciar la capacidad crítica y reflexiva de los estudiantes, quienes no solo adquieren conocimientos, sino que también participan activamente en el proceso de construcción de estos.

Implementar esta forma de gestión de la extensión universitaria como parte integrante de la docencia y la investigación trasciende la categoría de un objetivo teórico y se presenta como una estrategia indispensable para forjar una educación fundamentada en la indagación, la creatividad y la resolución de problemas concretos. Este modelo asegura que el conocimiento generado en las universidades incida directamente en la transformación de realidades sociales, enriqueciendo simultáneamente a las comunidades beneficiadas y retroalimentando el aprendizaje curricular mediante el análisis de problemáticas reales. Asimismo, esta integración posibilita transformar el saber y favorece la construcción de una cultura de extensión que enfatiza el valor del conocimiento como motor de transformación y desarrollo comunitario y social. En este marco, la acción comunitaria adquiere un rol protagónico dentro del proceso educativo, involucrando de manera colaborativa a estudiantes, docentes e investigadores junto con las comunidades (Isea, 2018).

 

-        La extensión como praxis ético-política liberadora y concientizadora

Asumir la extensión como una praxis ético-política orientada hacia la liberación y la concienciación exige reflexionar sobre el rol de la educación universitaria y la extensión dentro de la colectividad. Ello debe basarse en el principio de emancipación, y no en la subordinación intelectual que enclave el acto educativo en un esquema donde la universidad transmite y la comunidad simplemente recibe y ejecuta. Para que la extensión sea verdaderamente liberadora, debe encaminarse hacia la generación de conciencia crítica, impulsando a los integrantes de la comunidad universitaria a asumir con responsabilidad el análisis y el compromiso real que conlleva la transformación social enfocada en el bienestar de las mayorías y en la búsqueda de justicia social.

Este planteamiento sobre la extensión, articulado en el vínculo entre la universidad, las comunidades y las organizaciones, persigue transformar las arraigadas estructuras de poder inscritas en lógicas del pensamiento hegemónico y de dominación. Al respecto, Rodríguez et al. (2025), basándose en las ideas de Camacho (2020), resaltan que el conocimiento no es neutral ni está exento de influencias; más bien, está moldeado por dinámicas de poder en las que factores como el género, el patriarcado, el sexismo y otras variables sociales perpetúan desigualdades que condicionan la producción de saberes. Este cambio debe gestarse en espacios transdisciplinarios que sustenten una praxis ético-política encaminada hacia la emancipación, la autonomía y una mayor conciencia colectiva.

Para prevenir que la extensión se convierta en una herramienta de perpetuación de dominio, es esencial promover el diálogo genuino entre sujetos activos, entendiendo la educación como un proceso comunicativo, un encuentro de interlocutores igualmente implicados en la búsqueda colectiva de la verdad (Freire, 1972). Así, tanto universidades como comunidades incrementan su protagonismo y acuden recíprocamente al desarrollo de una conciencia crítica respecto a sus propias prácticas. Esto combate las conductas alienantes que perpetúan posiciones pasivas y refuerza la proactividad indispensable para alcanzar transformaciones relevantes que consoliden el triunfo colectivo, bajo principios sustentados en la libertad epistémica de los saberes sociales.

En el día a día de los actores sociales, resulta esencial promover un proceso de libertad de pensamiento, donde el conocimiento pueda ser gestionado sin subordinarse a las estructuras rígidas que tradicionalmente encorsetan la construcción del saber. La interacción directa con las múltiples realidades sociales permite que las personas planteen alternativas capaces de generar cuestionamientos profundos sobre las bases epistémicas dominantes y aceptadas por la comunidad científica. Esto abre la posibilidad de retomar principios que sean claves para avanzar hacia la descolonización del saber, siempre preservando su apego a criterios de cientificidad.

En relación con ello, Moreno (2008) sostiene que superar este tipo de colonización del pensamiento es factible mediante la deconstrucción de las lógicas unívocas y simplificadoras que reducen el sentido, reconociendo dimensiones de la existencia que trascienden la mera objetivación fenoménica de la realidad. Este renovado acceso al conocimiento científico abre la puerta a nuevos horizontes del pensamiento, donde tiene presencia lo imaginado y lo emergente. Esto habilita al sujeto cognoscente para transitar entre los dominios del logos y el mito (Ortega, 2010, citado en Rodríguez et al., 2025).

 

-        Relación intersubjetiva-colectividad  

La extensión universitaria, como función esencial de las universidades trasciende la mera transferencia de conocimientos hacia la sociedad. En este contexto, el principio de la relación intersubjetiva se erige como un eje fundamental que promueve la colectividad y el intercambio bidireccional entre la universidad y la comunidad.

El rol del docente requiere el establecimiento de una relación intersubjetiva con los diferentes actores sociales presentes en las comunidades con las que interactúa. Este vínculo es crucial para comprender, desde su punto de vista, el rumbo que debe tomar el trabajo extensionista. Tal enfoque es indispensable, ya que, aunque históricamente las universidades han definido maneras de intervenir en los ámbitos sociales, cabe preguntarse: ¿realmente se ha escuchado a estos actores para identificar cómo debería ser la actuación de la universidad en estos escenarios? (Isea, 2018).

Según plantea González (2004), al referirse a la relación entre sujetos, se resalta la necesidad de reconocer el papel de las universidades en el contexto de un nuevo modelo de país. Este modelo ubica la participación social como una manifestación natural de los diversos sectores y actores que conforman la sociedad. Por ello, se requiere que estas instituciones promuevan un diálogo genuino y se integren con sus comunidades. Esto no solo consiste en proveer a la sociedad de nuevos profesionales, sino en formar ciudadanos integrales, dotados de habilidades comunicativas y destrezas esenciales. Estas capacidades les habilitarán para identificar y entender el lenguaje, la cultura, las tradiciones, las costumbres y los modos de vida de las poblaciones con las que trabajan.

 De allí que, este principio reconoce que el conocimiento no es unidireccional ni exclusivo de los entornos académicos; más bien, se construye y enriquece mediante el diálogo y la interacción con los otros. La intersubjetividad fomenta una relación horizontal, donde tanto la universidad como la comunidad son agentes activos en la creación de soluciones a problemáticas locales y globales. La colectividad, como resultado de esta dinámica, refuerza el sentido de pertenencia y responsabilidad compartida. Además, este enfoque permite que las universidades cumplan con su rol transformador, no solo como generadoras de conocimiento, sino también como catalizadoras de cambios sociales. En concreto, incorporar el principio de la relación intersubjetiva en la extensión universitaria no solo fortalece los vínculos entre academia y sociedad, sino que también asegura una construcción conjunta del conocimiento en beneficio colectivo.

 

-        Participación y consulta ciudadana

La participación y consulta ciudadana son condiciones esenciales en el desarrollo de la acción social dentro de la extensión universitaria. Este principio reconoce que las universidades, a como agentes de transformación social, deben involucrar activamente a los actores comunitarios no solamente en el desarrollo conjunto de la identificación de necesidades, diseño de proyectos y toma de decisiones, sino también a generar y a socializar aprendizajes permitan construir otros mundos posibles, otras historias posibles para el futuro (Jara, 2022).  En este sentido, la universidad debe priorizar el ejercicio de la convivencia, el diálogo y la solidaridad, y para que, como cuerpo social e interlocutor del Estado, puedan proyectar su capacidad renovadora en la cultura y en el desarrollo del país.

La consulta ciudadana permite que las iniciativas universitarias sean pertinentes y alineadas con los contextos locales, evitando enfoques impositivos o desconectados de la realidad. Además, fomenta la corresponsabilidad, ya que las comunidades no solo reciben apoyo, sino que se convierten en actores clave del proceso, fortaleciendo su autonomía y capacidad organizativa. Por otro lado, la participación activa promueve un intercambio bidireccional de saberes. Las universidades no solo transfieren conocimiento, sino que también aprenden de las experiencias y saberes locales, enriqueciendo su labor académica y social.

Al respecto, Isea (2018), expresa que este proceso de participación activa por parte de la comunidad brinda legitimidad social al proceso educativo, al formar ciudadanos bajo principios de calidad, equidad social y trabajo cooperativo. Esto busca construir individuos responsables de sus acciones, con un rol protagónico y un enfoque corresponsable ante un entorno social que exige nuevas formas de proceder. En definitiva, no se trata únicamente de adquirir conocimientos técnicos, sino también de desarrollar y fortalecer aptitudes, valores y actitudes que permitan su integración en un modelo de sociedad genuinamente participativa, promoviendo tanto su propio bienestar como su aporte al desarrollo, especialmente a nivel local.

 

-        Aprendizaje en servicio

El aprendizaje en servicio se ha consolidado como enfoque que combina el aprendizaje académico con el compromiso social. En el contexto de la extensión universitaria, este adquiere una relevancia particular, ya que permite articular los conocimientos teóricos con la acción directa en comunidades, fomentando una relación bidireccional entre la universidad y la sociedad. Este enfoque postula que la educación debe ir más allá del aula, actuando como un motor de transformación social. Plantea a la comunidad como el escenario principal donde se lleva a cabo la acción educativa, favoreciendo un aprendizaje experiencial y vivencial sustentado en el diálogo y el intercambio de ideas, guiado de manera metódica y sistemática mediante la reflexión y la autocrítica. Defiende un modelo participativo y horizontal, donde cada miembro de la sociedad juega un papel clave en un proceso que vincula docencia, aprendizaje, investigación y realidad social (Isea et al., 2023).

El aprendizaje en servicio, fundamentado en el aprendizaje vivencial, plantea que la experiencia directa facilita la asimilación de conceptos al interactuar con situaciones reales. Así, esta modalidad combina dichas experiencias con actividades que generan impacto social, conectando a los estudiantes con las comunidades y sus retos locales. Esta integración no solo mejora el proceso educativo, sino que también fomenta la responsabilidad social y potencia el sentido de una ciudadanía consciente y participativa.

Mediante estrategias como los proyectos de aprendizaje en servicio, los estudiantes adquieren no solo habilidades técnicas y sociales, sino que también asumen un papel activo en la comprensión y generación de soluciones innovadoras a problemáticas sociales concretas. Simultáneamente, las comunidades que participan no se convierten únicamente en beneficiarias del proceso, sino que actúan como corresponsables en la identificación de sus necesidades y la búsqueda de soluciones. Este modelo contribuye al desarrollo integral de cada individuo involucrado, promoviendo habilidades ciudadanas que fortalecen su aporte al entorno local, regional y nacional. Además, estos participantes se transforman en referentes de conducta cívica, consolidando una forma de vida que mejora no solo las condiciones de las personas, sino también el bienestar comunitario, lo cual favorece una sociedad más equitativa (Isea, 2018).

Desde esta perspectiva, se vuelve indispensable integrar esta modalidad de extensión en los planes académicos, vinculándola igualmente con la docencia y la investigación. Este enfoque requiere planificación efectiva para evitar caer en prácticas asistencialistas y asegurarse de que los resultados sean éticamente sostenibles. La esencia del éxito radica en diseñar iniciativas que combinen objetivos pedagógicos específicos con una ética basado en el respeto a la colaboración mutua. De esta manera, la extensión universitaria supera su función tradicional y fomenta una transformación estructural tanto en el ámbito académico como en los entornos sociales abordados. Así, no solo se logra elevar la calidad de vida en las comunidades intervenidas, sino que también se fortalecen las dinámicas de participación y la integración frente a los desafíos colectivos que afectan a estas comunidades.

 

-        Poder popular universitario

La extensión universitaria adquiere un nuevo significado bajo el prisma del poder popular. El poder popular como principio dentro de la extensión universitaria se erige como una herramienta esencial para democratizar el acceso al conocimiento y estrechar los vínculos universidad-comunidad. Es importante resaltar que la acción social en este ámbito, basada en lo que implica el poder popular, se refleja en el compromiso activo de estudiantes, docentes y personal universitario con las comunidades, promoviendo cambios concretos y palpables, no limitándose únicamente a un discurso teórico, sino traduciéndose en actos transformadores dentro de dichas comunidades (Isea, 2018).

Podría pensarse que esta transformación está influenciada por las políticas y lineamientos educativos planteados por las entidades y organismos ministeriales, que definen estrategias específicas para que las universidades dirijan su mirada y esfuerzos hacia las comunidades como fuente principal de inspiración y agente impulsor del cambio, trabajando colectivamente en la construcción de un estado orientado hacia el bienestar social. En este contexto, se aboga por un cambio en la concepción tradicional de las universidades, despojándolas de su imagen como espacios aislados donde solo un grupo reducido tiene acceso al saber. En lugar de ello, se enfatiza que el proceso de transformación universitaria exige de estas instituciones un profundo compromiso ético y moral con las comunidades, permitiendo que estas se beneficien directamente de los recursos científicos y tecnológicos, garantizando así el pleno derecho al bienestar y la felicidad tanto a nivel individual como colectivo (Isea, 2018).

En este sentido, Salazar (1973) planteó que el primer paso para afrontar este reto en la universidad consiste en promover una dialogicidad plena dentro de la comunidad universitaria. Esto implica superar las dinámicas autoritarias y de dominación que prevalecen en las interacciones entre profesores y estudiantes. Es necesario establecer nuevas estructuras institucionales y fomentar relaciones educativas que respalden una auténtica convivencia. Esto supone apostar por una pedagogía centrada en el diálogo permanente entre docente y alumno, que permita abrir la institución hacia un acceso amplio y libre, al tiempo que se fomenta una comunicación horizontal, bidireccional y permanente con la comunidad (Moreira Cedeño & Jiménez Plaza, 2025).

 

Competencias, valores y actitudes del docente para liderar proyectos de extensión y vinculación social comunitaria

Para fomentar una transformación genuina y significativa en la perspectiva epistemológica de la extensión para la interacción social comunitaria, sustentada en los principios epistémicos planteados para una práctica docente-extensionista innovadora, resulta esencial que el docente universitario resignifique ontológicamente su identidad extensionista y exhiba una estructura de atributos  necesarios que combina competencias, valores y actitudes, en el marco de las tareas a desempeñar Isea et al. (2025); y así, garantizar el impacto positivo y sostenible de estas iniciativas de extensión en beneficio del desarrollo social. 

En este sentido, las competencias pedagógicas y didácticas son habilidades indispensables para que pueda concebir e implementar proyectos de esta índole que se articulen de manera orgánica con los contenidos curriculares. Para tal fin, es crucial que el docente posea un conocimiento exhaustivo del currículo, de los objetivos de aprendizaje de su disciplina y, además, de las necesidades y desafíos de las comunidades. Esto debe conducir a una modificación estructural de los planes de estudio, incorporando actividades multidisciplinarias de extensión con propósitos claros y basadas en el aprendizaje experiencial (Coelho, 2017).

Este dominio le permitirá detectar oportunidades y desarrollar actividades innovadoras que enlacen los contenidos académicos con los proyectos de extensión, empleando metodologías dinámicas y participativas, tales como el aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje-servicio o el aprendizaje cooperativo. Dichas capacidades favorecen la creación de experiencias formativas pertinentes y enriquecedoras para el estudiante, mientras se busca dar solución o respuesta a los requerimientos y problemáticas de la comunidad involucrada.

Aquí, el papel que desempeña el docente en este ámbito va más allá del mero dominio de su disciplina. Es esencial que cuente con una sólida competencia investigativa, la cual no solo se limita a aplicar técnicas y métodos de investigación, sino que también abarca la capacidad crítica para analizar el contexto social, identificando las dinámicas de poder, las desigualdades sociales y las problemáticas relevantes. Esto involucra conocer las necesidades de las comunidades, comprender las causas y consecuencias de sus problemas sociales, así como las oportunidades y recursos con los que cuentan. Mediante la investigación participativa, la escucha activa y el diálogo con los actores locales, se busca comprender sus perspectivas y prioridades, adaptando el proyecto a sus necesidades específicas. Todo ello permite que la extensión se constituya en una praxis epistemológica que propicia cambios en la matriz de pensamiento, tanto individual como colectiva, de los sujetos involucrados (Isea et al., 2023).

Asimismo, debe mostrar capacidad de adaptabilidad y resolución de problemas, ya que las dinámicas comunitarias son impredecibles y pueden presentar obstáculos inesperados. Por ello, el docente debe ser flexible y capaz de tomar decisiones rápidas y acertadas ante situaciones adversas para ajustar estrategias sin perder de vista los objetivos planteados; además de evaluar el impacto de las acciones realizadas. Por esta razón, la habilidad investigativa del docente que participa en actividades de extensión y de vinculación social comunitaria se convierte en un recurso fundamental para guiar proyectos que sean pertinentes y efectivos en la promoción del desarrollo local.

Desde esta óptica, la labor del docente va más allá de la transferencia de conocimientos, centrándose en el uso de herramientas de investigación para impulsar iniciativas comunitarias. Para cumplir este propósito, es fundamental que posea competencias sociales y comunicativas que le faciliten relacionarse de manera efectiva con diferentes comunidades. Para identificar y establecer lazos significativos con actores clave, como estudiantes, colegas o líderes comunitarios, resulta imprescindible una comunicación y mediación efectiva, que posibilite la realización de procesos formativos dialógicos, constructivos, participativos y horizontales, caracterizados por la escucha activa, tal como inscribe Fernández (2022).

Igualmente, también requiere de habilidades para el trabajo colaborativo y la capacidad de integración colectiva. Esto implica, promover la participación de múltiples implicados para identificar problemáticas locales y coordinar acciones de manera eficiente, en un entorno donde el diálogo, la interacción y la cooperación representan pilares fundamentales para alcanzar metas compartidas. Igualmente, es clave que el docente delegue responsabilidades equilibradamente y reconozca el valor de las contribuciones de cada miembro del equipo.

Liderar proyectos de extensión y de vinculación social comunitaria además demanda habilidades interdisciplinarias. Los problemas sociales y retos comunitarios suelen ser complejos y requieren enfoques integrales. En este contexto, el docente debe mostrar capacidad para promover, desde su conocimiento disciplinas y dominio reflexivo, la integración de múltiples saberes provenientes de distintas disciplinas (Espino et al., 2023), para abordar los desafíos desde una perspectiva holística y facilitando el trabajo en equipo. Conjuntamente, su capacidad como planificador y gestor estratégico resulta esencial para asegurar la viabilidad y continuidad de las iniciativas. Esto implica que debe diseñar objetivos claros, establecer cronogramas realistas, administrar recursos limitados y evaluar resultados. Los docentes deben adoptar enfoques estratégicos que permitan maximizar el impacto social del proyecto, mientras optimizan los recursos disponibles.

Por otro lado, liderar proyectos de extensión y vinculación social comunitaria exige mucho más que destrezas técnicas; requiere una sólida base ético-moral que oriente su conducta profesional y promueva la confianza comunitaria. En tal sentido, es prioritario que el docente manifieste respeto hacia la diversidad cultural y las distintas perspectivas de los integrantes de la comunidad, alimentando un entorno inclusivo, de tolerancia y de “reforzamiento de sus pertenencias identitarias” (Ossola, 2018, p. 56).

Igualmente, la solidaridad es un valor indispensable, ya que las iniciativas de extensión y vinculación social comunitaria están sustentadas en la cooperación y el apoyo mutuo; por tanto, el docente debe promover la solidaridad como un eje central de las relaciones entre los participantes, prestando especial atención a quienes se encuentran en situaciones vulnerables y trabajando activamente por reducir las brechas sociales existentes. Otro componente clave es el compromiso social; ya que extensión universitaria representa una categoría ética en la dimensión de la educación universitaria y su papel que tiene ante la sociedad (Hernández y Jesús, 2022). Por tanto, el docente debe demostrar verdadera responsabilidad en su ocupación por el desarrollo de la comunidad, poniendo en primer lugar el bienestar colectivo por encima de los intereses individuales o corporativos.

Por ende, debe actuar con responsabilidad en cada paso del proyecto, cumpliendo con normas éticas y estándares profesionales que garanticen persistencia, dedicación y transparencia tanto en el cumplimiento de metas como en la rendición de cuentas. La justicia social tampoco puede quedar de lado: la equidad y el respeto a los derechos humanos han de orientarse como criterios esenciales en cualquier labor de interacción y vinculación social. En este sentido, el docente debe asumirse como un agente de cambio que contribuye a erradicar las disparidades, abogando por igual oportunidad para todos los miembros de la comunidad mientras lucha contra la discriminación y la exclusión. Finalmente, la cualidad de sostenibilidad cobra relevancia como valor, ya que los impactos duraderos de los proyectos no solo deben mejorar la vida de los beneficiarios, sino también garantizar el uso respetuoso de los recursos para favorecer tanto al entorno social como al medio ambiente. Esta, en su concepción amplia, le imprime una perspectiva de calidad y de búsqueda de excelencia al proceso de gestión de la extensión (Perero et al., 2022).

Además de las competencias y los valores, las actitudes del docente desempeñan un papel clave en el éxito de los proyectos de extensión y vinculación sociocomunitaria. Estas actitudes manifiestan su disposición para asumir desafíos y motivar a otros a participar activamente en dichas iniciativas. En este contexto, sobresalen actitudes esenciales. En primer lugar, la empatía emerge como una herramienta clave para establecer una conexión genuina desde un enfoque humano, comprensivo y sensible a las necesidades de los otros (Rivera, 2025). Comprender las realidades y necesidades de las personas resulta crucial para diseñar proyectos que logren aportar soluciones realmente significativas. Asimismo, la resiliencia se presenta como una disposición positiva y perseverante que el docente debe mostrar al enfrentarse a desafíos y situaciones adversas. Esta capacidad le permite abordar desde limitaciones presupuestarias hasta resistencias de diversos sectores que puedan dificultar el desarrollo de actividades y proyectos.

Por otro lado, la sensibilidad cultural es indispensable al trabajar con comunidades, ya que implica un profundo respeto por sus tradiciones, valores y estilos de vida. Esta actitud ayuda a construir relaciones marcadas por el respeto mutuo, promoviendo un ambiente de colaboración basado en la confianza. Además, se requiere de una actitud proactiva complementada con un liderazgo inclusivo. El docente, en su labor dentro de proyectos de extensión para la vinculación social, debe procurar la participación de todos los actores, sin discriminaciones, además de anticiparse a las necesidades, tomar la iniciativa y movilizar recursos y personas hacia la consecución de los objetivos (Bracho-Fuenmayor et al., 2023). En palabras de Valdés (2018), implica asumir una filosofía de inclusión, liderar procesos de gestión de la diversidad y promover un sentido de comunidad académica cohesionada.

Asimismo, debe poseer una mentalidad abierta al aprendizaje continuo y al empoderamiento, recordando que las comunidades son entidades dinámicas que enfrentan retos en constante evolución. Por esta razón, el docente debe estar preparado para adaptarse a los cambios, aprender de las experiencias vividas y considerar nuevas perspectivas e ideas. Simultáneamente, debe promover la autonomía y fortalecer las capacidades de los miembros de la comunidad, apoyándolos en el ejercicio del control sobre sus propias decisiones de vida.

El rol del docente como líder en proyectos de extensión y de vinculación social comunitaria es una oportunidad para transformar realidades y contribuir al desarrollo sostenible. Sin embargo, este liderazgo exige un equilibrio entre competencias técnicas, valores éticos y actitudes proactivas que permitan enfrentar los desafíos inherentes al trabajo comunitario. Por consiguiente, las universidades que aspiran a maximizar su impacto social deben priorizar la formación integral de los docentes en estas áreas. Esto se debe a que el éxito tanto del proceso de extensión como de la institución en su conjunto radica en la preparación técnico-científica, profesional y ética de sus integrantes (Pirona, 2016).

En esencia, el liderazgo docente en iniciativas de extensión y vinculación social no solo tiene el poder de impactar positivamente en las comunidades, sino también de transformar al propio docente, aportando valor a su crecimiento profesional y personal mientras fomenta el bienestar colectivo. Solo a través de una genuina conexión con la comunidad y una preparación adecuada se pueden lograr cambios trascendentes que favorezcan tanto a las personas como al entorno en el que se desenvuelven.

 

 

 

CONCLUSIONES

El proceso de investigación documental, basado en el paradigma interpretativo desde un enfoque cualitativo hermenéutico, ha permitido identificar nueve principios epistémicos destinados a innovar en la práctica docente-extensionista. Junto a estos principios, también se han determinado un conjunto de competencias, valores y actitudes esenciales para que los docentes lideren exitosamente proyectos de extensión orientados al desarrollo comunitario. Estas dos estructuras temáticas, relacionadas entre sí, representan enfoques lógicos emergentes que abren paso a nuevas visiones sobre la extensión universitaria, ofreciendo nuevas posibilidades para reconfigurar su significado epistemológico y destacan su rol como una acción social esencial para el quehacer de la universidad. En consecuencia, se potencia la reconstrucción progresiva de las cualidades identitarias del docente extensionista, instando a una revisión profunda de las creencias y principios fundamentales que constituyen su papel como educador.

La identidad docente experimenta una constante evolución, particularmente en un escenario donde las competencias, valores y actitudes resultan esenciales para dar respuesta a las exigencias de una sociedad en transformación. Replantear esta identidad desde un enfoque ontológico supone adoptar nuevos principios que vayan más allá de los métodos tradicionales de enseñanza, promoviendo una práctica pedagógica más integral y profundamente vinculada con la comunidad. Este desafío implica que el docente no solo sea un transmisor de saberes, sino también un catalizador de cambio, con la capacidad de impulsar el desarrollo humano y social desde una perspectiva ética y comprometida.

Asimismo, la incorporación de valores como la empatía, la solidaridad y el respeto, combinados con competencias que estimulen la creatividad y el pensamiento crítico, fortalecen vínculos más significativos entre la institución educativa y su entorno. De esta manera, el docente transforma tanto su práctica pedagógica como su forma de interpretar su impacto en la construcción de una sociedad más equitativa e inclusiva. Repensar esta intervención invita a concebir la educación como un espacio dinámico en el que el aprendizaje y el contacto con la comunidad se convierten en elementos clave para el desarrollo colectivo.

 

FINANCIAMIENTO

No monetario.

 

AGRADECIMIENTO

A todos los actores sociales involucrados en el desarrollo de la investigación.

 

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