https://doi.org/10.35381/a.g.v7i13.4805
Más allá del rendimiento: indicadores para una agroecología transformadora
Durante décadas, la agricultura convencional ha privilegiado el rendimiento por hectárea como principal indicador de éxito, imponiendo una lógica reduccionista que ignora variables críticas para evaluar la sostenibilidad real. Este enfoque cuantitativo ha invisibilizado saberes, erosionado suelos, debilitado vínculos comunitarios y desatendido los impactos sociales y ecológicos de la producción agrícola.
En este sentido, es necesario adoptar marcos de evaluación integrales, sustentados en evidencia científica, capaces de capturar las complejas interacciones entre factores ecológicos, sociales y económicos. Solo así será posible diseñar políticas e incentivos que promuevan no solo la productividad, sino también la resiliencia y la justicia socioambiental.
Si se espera que la agroecología genere cambios significativos, también debe transformarse la manera en que se evalúa; a partir de un paradigma sistémico que reconozca la interdependencia entre dimensiones ecológicas, sociales, culturales, económicas y políticas. Estas no son variables aisladas, sino componentes dinámicos de territorios vivos, cuyas interacciones definen su sostenibilidad, resiliencia y justicia. La evaluación integral se vuelve una herramienta estratégica para visibilizar el impacto real de la agroecología como sistema de producción, relación social y proyecto político-ecológico, permitiendo a comunidades, investigadores y decisores construir colectivamente horizontes más equitativos, significativos y sustentables. En ese marco, se presenta a continuación el enfoque de cada una de estas dimensiones junto con una selección de indicadores representativos que permiten valorar sus atributos clave y avanzar hacia una evaluación coherente, contextualizada y transformadora.
· Dimensión social y cultural: las transformaciones agroecológicas genuinas solo se consolidan cuando las comunidades fortalecen sus vínculos, su organización social y su capacidad de agencia. La inclusión activa, la equidad en las relaciones y la transmisión intergeneracional de saberes constituyen pilares esenciales de la resiliencia rural y de la afirmación de identidades locales. Evaluar esta dimensión implica reconocer los procesos colectivos que sostienen la vida comunitaria y que permiten que la agroecología sea, ante todo, una práctica situada y profundamente humana.
· Dimensión ecológica-ambiental: un sistema agroecológico exitoso no se limita a producir alimentos: restaura y conserva la biodiversidad, gestiona los recursos naturales de manera sostenible y construye resiliencia frente a perturbaciones climáticas. Estas funciones ecológicas generan beneficios que trascienden lo local, ofreciendo servicios ecosistémicos fundamentales para el bienestar de la sociedad en su conjunto. Evaluar esta dimensión requiere observar la capacidad del sistema para regenerar procesos ecológicos y funcionales del agroecosistema.
· Dimensión económica y de sostenibilidad productiva: la dimensión económica en agroecología no se debe definir por la maximización del rendimiento, sino por la diversificación productiva, la autonomía frente a mercados e insumos externos, y la generación de valor en los territorios. Evaluar esta dimensión implica considerar la sostenibilidad financiera, la estabilidad de los medios de vida y la capacidad de los sistemas para adaptarse sin perder su integridad agroecológica.
· Dimensión política y de gobernanza: la agroecología transformadora exige una redistribución del poder en la toma de decisiones, el fortalecimiento de procesos participativos reales y la creación de mecanismos de control territorial por parte de las comunidades campesinas e indígenas. Evaluar esta dimensión implica reconocer la capacidad de los actores locales para incidir en políticas públicas, defender sus derechos y construir formas de gobernanza que respondan a sus valores, necesidades y aspiraciones.
En resumen, los indicadores agroecológicos no solo miden resultados, sino que evidencian procesos de transformación y la profundidad del cambio en las dimensiones social, ecológica, económica y política. Su diseño requiere enfoques metodológicos participativos, capaces de integrar información heterogénea y adaptarse a particularidades del sistema agroecológico y su comunidad. Construidos en diálogo con productores y actores locales, estos indicadores tiene el potencial de incrementar su pertinencia y eficacia evaluativa, al capturar dinámicas de cambio social y ecológico, identificar tendencias territoriales y orientar el tránsito hacia sistemas sostenibles e inclusivos.
Aramis Alfonso-Llanes
Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Santa Clara, Villa Clara
Cuba
https://orcid.org/0000-0002-8984-5864